Qué bien se está cuando se está bien. Y cuando se está mal de repente todo se rompe. Y recuerdas ese pequeño lugar donde tus pensamientos tenían forma. Y vuelves, por supuesto. A redescubrir todas esas sonrisas y suspiros del pasado. Porque no son más que una parte de tu pasado y de ti, que no va a volver, que no quieres que vuelva.
Perderse y encontrarse. Suena bien, es mejor. Diría que la ya no tan pequeña de larga melena castaña esta vez no se ha encontrado por si sola, si no que la han encontrado, pero metiria. Le ha encontrado él.
Él, ese chico que en cuanto se acuerda de él sonríe como una idiota. Él, ese chico al que conoce y no conoce. Ese chico que anhela pero tiene, ese chico que desea pero siente, ese chico al que quiere y le quiere. Ese chico, su chico.
Y que nadie la había visto tan feliz, tan loca, tan sonriente, tan risueña desde hacía mucho tiempo. La felicidad le tiene alterada, él le tiene alterada. Aunque todo sea nuevo, aunque todo sea diferente, que no se quieren separar de eso que en el vocabulario de ellos es felicidad. Porque la felicidad es que te duela la mandíbula de reírte, de besar, de suspirar...